Durante años estuve explorando las formas naturales, animales, sobre todo lagartijas, iguanas y camaleones, que me fascinan por sus cuerpos tan elegantes, ágiles, sus texturas y colores, pero sobre todo por esa condición de seres ajenos a nosotros los humanos en cuanto que, aparentemente, no hay comunicación posible con ellos, no son animales domésticos con los que se pueda entablar algún tipo de relación. Ellos son naturaleza pura y simple, sin la elaboración mental que nos caracteriza, sin conciencia de su existencia sino puro instinto y códigos de supervivencia marcados por natura. Los camaleones me intrigan por esa capacidad de cambiar de color, no sólo para mimetizarse con el ambiente y pasar desapercibidos, sino también para enviar información a un posible rival o como señal de disponibilidad hacia una pareja; por su anatomía tan específica, esa piel llena de puntos simétricamente colocados, esos ojos de movimientos independientes, la cola que se enrolla en una espiral limpia, perfecta. El impecable diseño.
Esos camaleones, lagartos o iguanas fueron modelados sobre pedestales o columnas planteando una paradoja interesante entre la humildad del animal en si, y el pedestal majestuoso en que están puestos. Lo que quiero decir con esas piezas es que lo natural siempre está ahí, siempre reinará y, aunque los humanos somos naturaleza, lo olvidamos; somos igualmente animales, con la misma fortaleza o fragilidad pero no lo creemos; pensamos que porque pensamos somos superiores y podemos disponer de la vida y salud del planeta hasta agotarlo sin ver el daño, ya no tan futuro y si presente, que le estamos haciendo a nuestro gran hogar que es la naturaleza y a nosotros mismos como especie.
En esas esculturas traté de plasmar la majestad indiferente que trasmite un animal sano y libre. Intenté reflejar esa belleza que tienen las formas bien diseñadas de la naturaleza, que cumplen con su función, donde nada sobra y nada falta, donde hasta lo que parece una fantasía loca de Dios tiene una razón de ser, un porqué. Hay un deseo de reinterpretar eso que me tiene subyugada, lo perfecto del diseño natural y lo ajeno que se nos ha vuelto.
Realicé muchas piezas grandes y pequeñas alrededor de este tema durante años, parecía que no se agotaba y que podría seguir infinitamente.
De repente me harté y di un giro radical, no solo con el tema abordado sino con la manera de expresarlo (que bueno que nos fastidiamos de hacer lo mismo porque eso nos obliga a sacudir la cabeza y buscar por otros caminos).
Un día, conversando con mis estudiantes acerca de variados aspectos que influyen en la actividad creativa, caímos en cuenta de que, cuando aparece la idea que estamos buscando y se nos ocurre la manera de expresarla, entramos en una especie de enamoramiento que nos convierte en obsesivos, no pensamos en otra cosa que estar en el taller construyendo la pieza, sea cual fuere el medio de expresión, se nos olvida comer, se nos espanta el sueño, andamos por ahí alucinando, tal cual como enamorados.
Entonces comenzó a rondarme la idea de El Amor como un tema fundamental para el ser humano, necesidad de unión y de belleza que nos afecta en muchos ámbitos.
Es un tema vago y difuso, tan variado como amantes hay en el mundo, también es muy difícil de definir y por ende expresar escultóricamente sin caer en los códigos ya repetidos. Tratar de definir El Amor me ha hecho estudiar, investigar, preguntar a los libros y a las personas para entender cómo amamos. Querer expresar este tema me ha obligado a rediseñar las formas, a contemplar la línea con más cuidado, a pensar los colores por su significado en una pieza determinada. Ese aspecto difuso y vago del amor me obligó a replantear la manera de diseñar la imagen y me permití meterme por caminos más abstractos de la forma, despojándola de la anécdota, buscando líneas más puras y simples.
Y en este trajinar me he dado cuenta que no cambié radicalmente de tema; descubrí que hay puntos en común, que los reptiles tienen una conexión con el amor y eso lo comprendí cuando, leyendo un libro sobre la biología del amor, descubrí que el impulso sexual se despierta en una parte de nuestro cerebro que es la más antigua y primitiva que se ha dado en llamar “cerebro reptil”, que es donde se disparan las pulsiones del hambre, del sueño, de la necesidad de reproducción, por ejemplo.
La dualidad del ser humano entre naturaleza y espíritu complica el planteamiento pues no solo somos animales con pulsiones básicas sino que también hay una necesidad de trascendencia en el impulso amoroso que va más allá, que afecta el alma.
Descubrí también, estudiando mitología griega que ese enajenamiento que describo en los reptiles, ese “no entender”, se parece mucho a la sorpresa que nos produce la irrupción del amor en nuestras vidas, ese rapto de Psique por un Eros invisible que se la lleva y la entroniza en su castillo encantado, aunque ella no pueda verlo. Psique para los griegos antiguos no significaba mente como lo entendemos ahora, significaba Alma. Entonces el alma es raptada por el amor.
Los griegos antiguos conocían a la perfección el alma humana y tenían un panteón de dioses que representaban todas sus facetas.
Y eso me llevó a los estudios de la mitología y sus aspectos arquetipales. Apareció toda la gama de pasiones humanas en unas piezas que llamo las “garrapatas psíquicas” y de vuelta a la representación animal, aunque esta vez sólo me valgo de la metáfora de lo básico, lo primitivo de algunas pasiones que hacen del amor humano un sube y baja de sentimientos. Estas piezas son abstracciones de animales, algo que produce una sensación, a veces de repugnancia, con las que pretendo representar eso que no queremos ver, como son los celos, la envidia, la posesividad, el aburrimiento… que parecen parásitos del alma y enturbian la salud del amor.
En una serie de piezas de parejas en el acto sexual me encontré diseñando las formas con mucho cuidado de lograr la elegancia de los cuerpos, de conseguir líneas limpias que produzcan sombras tersas y luces suaves. Como no quise hacer formas figurativas, anecdóticas, busqué la simplicidad, la síntesis de los cuerpos de hombre y mujer para representar esta idea, saqué un molde de cada uno de estos cuerpos para poder utilizarlos a manera de módulos y reproducir muchas veces la misma forma para combinar, en diferentes posturas, los dos cuerpos. Como un juego, a través del humor, representar el goce del sexo y a la vez ese lenguaje sin palabras que se expresa con la piel y el movimiento.
La repetición de las formas en diferentes combinaciones de los cuerpos como módulos puestos unos al lado de otros, produce una suerte de “caligrafía”, de alfabeto o signos que cuentan una historia erótica.; un poema
Para poder llegar a la imagen plástica que pretendo lograr me he visto transitando por la poesía, pues la síntesis poética es lo que puede definir una sensación, un sentimiento, una situación de la manera más efectiva y “económica”. Leer y escribir poesía ha sido un descubrimiento maravilloso que me allana el camino de las ideas para realizar mi obra escultórica.
Y, por supuesto, estudiar a los grandes artistas de todos los tiempos que siempre tienen algo que decir. Reconocer la poética en las obras de otros artistas estimula la propia imaginación y hace que se iluminen las ideas.